A mis casi cincuenta años empiezo a tener un ápice de instinto maternal. Demasiado tarde. Lo que aún no he conseguido tener es empatía con las madres pro liga lactancia materna, con la despensa abierta las 24 horas del día. No con todas, solo con las que acuden a mi despacho con niños, ya con dientes, y no pueden esperarse quince minutos para darles de merendar. Medio tumban al niño sobre ellas, se desabotonan la camisa, sacan la teta y tan anchas. Ni se les pasa por la cabeza preguntarse si con ese acto pueden hacer sentirse incómodo a quien tienen delante. No, y pobre de ti que se te ocurra decir nada, porque enseguida te hacen sentir como la misógina mayor del reino. El respeto por la lactancia materna no puede tener un camino de sentido único. Yo también quiero respeto, por mi trabajo, por mis gustos, por mis apetencias y por mis preferencias. Quiero poder ofrecer tranquilamente al cliente una explicación jurídica a su problema, sin que una vaga e inocente mirada en derredor pueda detenerse accidentalmente ante un pezón húmedo.
Meritxell Armengol Sanz.
No hay comentarios:
Los comentarios nuevos no están permitidos.